miércoles, 26 de febrero de 2014

Eso era rocanrol

 A diez años del primer Pilsen Rock
Hoy tal vez haya vuelto a ser una palabra hueca, pero hace una década rock significaba otra cosa: con un pie en la crisis de 2002 y otro en la bonanza que vendría después, fue la música que unió a familias en las gradas, cruzó fronteras hacia una Argentina que se pensaba impermeable, juntó multitudes en estadios, mantuvo un apoyo mediático incondicional y acrítico, y atrajo la atención de varias marcas hasta el punto de que era imposible atravesar una tanda de radio o televisión sin escuchar un par de acordes distorsionados como cortina de alguna publicidad. De la unión de Pilsen, el productor Claudio Picerno, el conductor de televisión Kairo Herrera y Carmelo VIdalín -entonces intendente de Durazno- surgió en 2003 el Pilsen Rock, que conjugó la aventura de viajar a otro departamento, las ganas de creer en un proyecto colectivo en años de derrumbamiento y, en el fondo de la cuestión, algo de música. Sergio Pintado recopila testimonios de los protagonistas del festival, mientras Ignacio Martínez pone en perspectiva las bandas y los discos que marcaron la era del rock de hinchadas y banderas.

Era 2005. El Pilsen Rock ya llevaba dos años y quizás estaba en su mejor momento. Yo integraba una banda de rock. Éramos todos muy adolescentes y recién estábamos empezando con nuestras primeras canciones. Alguien nos ayudó con la música –La, Re y Mi Menor, una y otra vez– y nosotros le pusimos la letra. La canción era horrible pero se llamaba “Pilsen Rock” y, con las limitaciones poéticas del caso, intentaba expresar algunas de las cosas que el festival de bandas más importante en la historia del Uruguay significaba para buena parte de los adolescentes.

Ese 2005, además, marcó el despegue del festival, que alcanzó los 105.000 asistentes en el Parque de la Hispanidad durante los dos días, una cifra que doblaba la población de todo el departamento de Durazno. Al año siguiente –cuando por primera vez se cobró entrada– el festival aumentaría su cantidad de público por última vez al congregar a más de 200 mil personas, para luego comenzar a apagarse.
La vergonzosa anécdota personal de la canción permite hacerse una idea de los efectos que podía llegar a tener el festival en los adolescentes de la época y los mayores que no presenciaban algo similar desde las dos ediciones del Montevideo Rock en 1986 y 1988, en la Rural del Prado primero y el Estadio Luis Franzini después. Tener a la ciudad de Durazno como sede obligó a los adolescentes a enfrentarse con sus padres por un permiso para pasar dos días fuera de casa con el rock como excusa.

El origen

El primer Pilsen Rock se realizó entre el sábado 25 y el domingo 26 de octubre de 2003, pero la génesis del festival se remonta al verano de ese año. Fue en esa época que el conductor radial, vocalista y locutor Kairo Herrera llamó a su amigo Claudio Picerno, ya proyectado como el mánager de rock más importante del país (trabajaba con Buitres, Trotsky Vengarán y Hereford), para proponerle la idea de hacer un festival con varias bandas en Durazno.

“En ese momento Claudio ya estaba considerado el tipo que escribió el libro de cómo producir espectáculos en Uruguay y cómo manejar una banda”, dice Herrera cuando, consultado por El Boulevard, explica por qué recurrió a Picerno. Además, eran amigos desde hace tiempo: “Me acuerdo que cuando éramos más gurises, él usaba el pelo largo porque venía del metal y caminaba eternamente por la calle con su agenda abajo del brazo. Siempre se estuvo moviendo”.

La idea del comunicador, a su vez, se había nutrido de su amistad con Vidalín, a quien “conocía de antes” y consideraba “el intendente para hacer este tipo de propuestas porque es medio kamikaze”. Para Herrera, si a Vidalín “lo seducís con una buena idea el loco te va a apoyar”.

En aquel momento, el hoy conductor televisivo estaba seguro que el planteo a Picerno era “un comentario que había quedado por esa”. Sin embargo, cuatro meses después el productor le devolvió el llamado para anunciarle las buenas noticias.

“Increíblemente me llamó una agencia de publicidad que en ese momento tenía la cuenta de Pilsen para contratarme para producir un festival que fuera en el interior del país y con rock nacional”, recuerda Picerno. “Ese día no lo podía creer, estaba todo lo necesario: el lugar, el apoyo local y el dinero para hacerlo. Así nació el Pilsen Rock”, sintetiza el director de CP Managment. “Evidentemente Kairo fue mi gran compañero de ruta los años siguientes”, destaca, y agrega que Pilsen dejó “una huella imborrable” y que Vidalín estaba “dispuesto a todo, con ganas, con espíritu joven y sin miedos”.

Ahora bien, entre la idea original de Herrera y lo que finalmente sucedió ese año hubo una brecha: “Para mí, juntar 5.000 personas, en esa época, era un éxito” confiesa quien fue el presentador desde la primera edición y se sorprendió al ver que finalmente los asistentes fueron 45.000. Picerno, por su parte, había calculado 10.000 personas como “algo muy loco” y confiesa que “nadie se esperaba” la cifra que finalmente se alcanzó.

“El primer año realmente fue un caos. La primera noche no sólo llovía sino que había un viento que hacía que lloviera de forma horizontal. Estábamos todos en plan de batalla. Éramos un grupo de combate, todos mojados hasta la manija y mirando la caja de energía que estaba prácticamente bajo agua”, recuerda Herrera y asegura que la lluvia se convirtió en una suerte de “tradición” en los momentos previos al inicio del festival.

Aquella actitud de batalla de los organizadores se distendió un poco a partir de la segunda edición, al punto que para Herrera las secuelas “salieron como un billar” porque “la barra estaba entrenada”. De todas formas, el conductor prefería estar por fuera de la organización y permitirse “ver un sueño cumplido”. Al respecto, asegura: “Yo no estaba pensando en plata ni en nada. Más allá de que cobrara como presentador, estaba viendo como el rock nacional se levantaba, algo por lo que yo venía luchando desde hacía tiempo. Lo tomé más como una causa espiritual o una fiesta personal que como una causa económica”.

Más reflexivo, Picerno intenta explicar el éxito del Pilsen Rock comentando que la clave fue “estar en el lugar adecuado en el momento adecuado”. El empresario considera que en realidad no había un reclamo previo del público de rock hacia un festival de esas características porque “nadie se imaginaba que podía pasar algo así”. “Lo que sí se dieron en ese momento fueron todas las circunstancias favorables para que sucediera y todos lo aprovechamos: bandas, público, Pilsen, Durazno”.

Durazno era una fiesta

Kairo Herrera terminó de comprender que “el Pilsen era de la gente” cuando, durante la actuación de Trotsky Vengarán, en una de las ediciones, bajó del escenario por un momento para apreciar el recital con el público. “Siempre me va a acompañar esa imagen de cuatro tipos entreteniendo a una masa gigante de gente que no paraba de moverse”.

De hecho, aquel monstruo terminó de forjar el estilo que Herrera utilizaría para presentar a las bandas que participaban del festival. “¿Cómo se llama esta banda?”, gritaba desaforadamente y repetía la operación hasta lograr enloquecer a la gente. “Me acuerdo que antes había presentado bandas en la Sala Zitarrosa y era todo muy tranqui. Con el Pilsen arrancó mi estilo de presentación, porque sabía que si arrancaba como en la Zitarrosa me iban a matar”, explica.

Pero para los organizadores lo que hacía que el festival fuera de la gente tenía mucho que ver con la posibilidad de “copar” Durazno un fin de semana por año. “Mucha gente tomaba ese viaje como una aventura. Era la posibilidad de salir de tu casa a reventarte hasta más no poder durante tres o cuatro días”, especula Herrera. En ese sentido, no puede evitar la imagen de “los cadáveres que aparecían en la calle”, en referencia a quienes, excedidos, apagaban sus motores en algún punto de la capital duraznense. “Hubo un momento en que los cadáveres ya aparecían el viernes; ni siquiera llegaban a ver el recital”, bromea.

La avidez por estar en Durazno tampoco era patrimonio exclusivo de adolescentes. Al respecto Herrera, a quien el Pilsen Rock tomó en sus 33 años, señala: “También iba gente de mi edad que venía de la época más oscura del rock, en la que si juntabas 50 personas en un boliche eras Dios, con un sonido malo, un arreglo económico malo y seguramente un toque malo”.

A pesar de “las botellas de dos litros de líquidos misteriosos” que era común ver en manos de los asistentes, Herrera remarca que la convivencia durante el festival siempre estuvo caracterizada por “un grado de respeto y buena socialización”. En ese sentido, remarca que “cuando hubo líos fueron muy puntuales y fueron líos provocados, porque la gente a veces se va de mambo”.

Los problemas y el final

En la semana posterior al fin de semana del 21 y 22 de marzo de 2009 –único año en que el festival no se realizó en octubre– diarios y portales informaron que el lunes 23 un joven de 17 años había muerto al caer de un camión con zorra contratado por la Intendencia de Durazno para “devolver” a Montevideo quienes aún no habían vuelto. Al momento del accidente, el camión transportaba a unas 300 personas. Sumado a la tragedia, luego, los demás pasajeros provocaron disturbios en el pueblo floridense de La Cruz.

Ni Herrera ni Picerno evitan mencionar el hecho cuando hablan del Pilsen Rock. Lo tienen presente, sin necesidad de que un periodista lo traiga a colación. Sin embargo, aclaran que el accidente se dio lejos de Durazno y que el incidente no estuvo relacionado directamente con la organización.

“Hubo un muerto que no tuvo nada que ver con el festival”, asegura Herrera. Según el mánager, algunos medios titularon “murió joven en el Pilsen Rock” cuando “lo increíble es que ese joven que lamentablemente murió, se cayó de un camión en la entrada de Florida, a 90 kilómetros de Durazno. Si hacemos un paralelismo de distancia es como hacer un recital en Montevideo y que se caiga un de camión en Piriápolis o en San José y se le achaque la muerte al show en Montevideo”.

“El éxito fue noticia tres años; al cuarto era mejor buscar y hablar de cosas malas”, continúa Picerno, y apunta a los “personajes nefastos que iban a contar los muertos y se volvían con las manos vacías”. Lo que había sí, según el empresario, eran “problemas lógicos de grandes masas inevitables, pero nada fuera de lo comprensible”. Todo esto llevó a que los organizadores decidieran que lo mejor era discontinuar el festival.
Herrera coincide con que evitar hechos de violencia haya sido uno de los factores que incidió en la muerte del Pilsen Rock, al menos en su formato original. En 2010 fue en Montevideo (en la Rural del Prado y el Teatro de Verano), en fechas no consecutivas. “Durazno era una ciudad de 40.000 habitantes a la que iban 90.000”, cuenta el comunicador, y afirma: “Como están las cosas hoy, no queda un edificio sano”. Además, advirtió que “las garantías son represión y la represión en un festival de rock es para lío”.

La Convención del rock

Pasara lo que pasara debajo, arriba del escenario el Pilsen Rock no dejaba de ser una fiesta. El festival reunía por primera vez en mucho tiempo a decenas de bandas uruguayas, algunas ya con una considerable trayectoria, y otras que nacieron en medio de la bonanza. Buitres, Trotsky Vengarán y Hereford –las tres representadas por Picerno– no faltaron a ninguna de las citas en Durazno. La Vela Puerca, No Te Va Gustar y La Trampa, con algunas ausencias, también protagonizaron el evento. Luego, algunas bandas entonces nuevas como los locales de Graffolitas, Bufón, Vinilo, Chala Madre o Dr. Rocka, entre varias otras, completaban una grilla que contó además con bandas extranjeras como las argentinas La Renga, Catupecu Machu y Bersuit Vergarabat, la española The Lokos y la alemana Die Ärtze.

Según Picerno, nunca hubo resistencia por parte de las bandas a la hora de participar en el festival. “Todos querían ir al Pilsen Rock. Lo pasábamos genial porque éramos y somos todos amigos. Era como la convención del rock”, asegura, y remarca que “todos esperaban el momento del festival para reencontrarse”.

Precisamente, Herrera destaca la camaradería que se vivía detrás del escenario y recuerda las fotos que aún tiene con varios de los frontmen de las bandas.

Picerno también interpreta que “lo que pasó en Durazno fue la aparición de una gran cantidad de artistas con excelentes propuestas que a la postre están literalmente conquistando el mundo”. El empresario añade, en ese sentido, que “sólo falta animarse”. “Esto puede ocurrir en cualquier momento del rock nacional porque hay mucho talento escondido en los garajes de las casas y en las salas de ensayo esperando la situación ideal”.

El rock municipal

El éxito del Pilsen Rock trascendió específicamente lo musical y llegó, inesperadamente para muchos, al ámbito político, catapultando la figura de Carmelo Vidalín, el intendente del Partido Nacional que se animó a recibir el evento y vio - antes que muchos- lo útil que podía ser la fiesta. Tan así fue que en 2007, quizás aún con la reverberación de algún acorde, el jerarca se animó a anunciar su precandidatura a la presidencia de la República. Un año después, desistiría del sueño y apoyaría la candidatura de Luis Alberto Lacalle.

También en 2007, durante la cuarta edición del festival, una crónica del periodista César Bianchi para el suplemento Qué Pasa recordaba las andanzas del intendente durante el festival. En auto oficial o en su moto, era común verlo por las calles de Durazno para recibir a los visitantes con simpatía. En 2005, incluso, subió al escenario con una guitarra para despertar una ovación durante la actuación de Hereford.

“El intendente Carmelo Vidalín es una pieza clave de todo el proceso fundacional del Pilsen Rock: mente abierta, arriesgando todo”, lo halaga Picerno. En ese sentido, agrega que “ahora, a la distancia, se agiganta su presencia”.

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