miércoles, 5 de septiembre de 2012

concha buika

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Pequeña, ligera, descalza, actuó por casi dos horas OSWER DÍAZ
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SIMÓN VILLAMIZAR |  EL UNIVERSAL
miércoles 5 de septiembre de 2012  12:00 AM
"Yo soy una persona tímida, pero no para cantar... para hablar", advirtió Concha Buika a manera de presentación en el Centro Cultural BOD-Corp Banca. Y sin embargo, durante poco más de una hora y media, la cantante afroespañola abrió su pecho para conversar -y cantar- acerca de los amores pasados y pasajeros, de los amantes que se han ido y se han empeñado en volver, y de los padres que estuvieron y nunca dejarán de estar.

La de Buika es una invitación a entrar en su cama, donde, dice "no hay secretos". Una invitación para la cual ella se vistió de traje largo negro, se alisó el cabello hasta dejarlo casi a ras de la cadera, y dejó al descubierto el poema que lleva tatuado más abajo de su hombro izquierdo para que alguna alma galante le grite lo "guapa" que está.

Pequeña. Ligera. Descalza. Con una voz portentosa que a ratos se convierte en grito, gemido, susurro, queja, lamento y éxtasis, la cantante nacida en las Islas Baleares se paseó por algunos de sus mejores temas, propios o prestados, porque "si yo los he vivido", confesó como si fuera uno de sus mantras, "míos son". De Mi niña Lola a Volver.

"Esta canción se la dedico a los que se marcharon por voluntad propia", dijo. "Y a todos los que se marcharon por voluntad propia, les pido que no vuelvan", agregó ella casi a manera de consejo, que parece haber aprendido con sangre la lección, antes de interpretar Sueño con ella.

Luego vinieron Jodida pero contenta, Se me hizo fácil y No habrá nadie en el mundo, que, de cuando en cuando, acompañó con un buen trago de miel y ron. "¡Este brindis va por mi mamá Chavela", soltó y, aunque no fue para ella El último trago, el tema de José Alfredo Jiménez le sirvió a Buika para recordar a La Chamana.

"Una vez yo estaba 'solona' en Madrid y llamé a mi mamá Chavela, que me dijo: ¡'Ay, niña, no seas tonta! La soledad es la mayor de las libertades", compartió Buika la anécdota con una sonrisa de dientes blanquísimos y, acto seguido, pasó a presentar a los músicos de su banda con los que se paseó del jazz al blues, del flamenco a la rumba y de esta a la salsa.

"Ahora ya tenemos cojones para presentarnos. En el piano está el maestro Iván Melón Lewis. En el bajo, el maestro Antonio García. En el cajón, el maestro Ramón Porrina. Y yo soy la maestra Concha Buika: maestra de lo que cada uno sabe y conoce, porque hasta que no me siento maestra no empiezo a aprender", soltó ella con picardía y confesó que en el primer trabajo que buscó no la quisieron. "En el segundo tampoco. Y en el primer coro que me invitaron a cantar terminaron llamando a mi mamá para decirle: 'Ay, señora, no pierda su dinero'".

A la luna llena que encontró a su llegada al país le dedicó entonces Luz de Luna de Álvaro Carrillo. Y a los estudiantes de Chile les cantó Duele el amor.

"Cuando suena esta música es porque el show está en la última canción", advirtió Buika, acaso para medir la reacción del público que no tardó en responder con un "¡no te vayas nunca, Concha!".

"La vida siempre nos da lecciones. Aprendamos las normas que aprendamos, siempre hay una excepción. Así que decir que es el último ron, el último amor y la última canción, es una mentira cochina", sentenció Buika con el grito de un animal herido.

"Dicen que para que te garantices que vas a volver a un lugar, tienes que dejarte algo", agregó la cantante, que se dirigió a un joven del público. A él le regaló su pulsera. Pero al público entero Buika le donó una promesa en canto: "Y volver, volver, voooolver...".

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